26-08-2005

AUXILIARES, SERVICIOS MENORES GENTE DE AYER Y DE HOY


Hablar de los auxiliares del Liceo hoy llamado Servicios Menores, es hablar de la historia silenciosa, la historia sencilla, los episodios poco bulliciosos, los hechos simples, pero no menos importantes que cada día acontecieron y acontecen como manantiales incontenibles de la cotidianeidad de los estudiantes. En su saludo, en su mirada de cada mañana, muchas veces saben descubrir prematuramente los conflictos, aflicciones, penas y alegrías que cada niño trae. Muchas veces fue el auxiliar que siguió a un niño o una niña hasta el baño para ver como se encuentra porque la notó triste y llorosa cuando al entrar levantó la cabeza para saludarle y traspasó la angustia que sólo esa persona, con la sensibilidad sabia de su experiencia supo interpretar. Pareciera ser el auxiliar el último eslabón de la cadena educativa, pareciera ser la persona con menos preparación académica que presta servicios en la escuela, pero muchas veces he constatado que no es así y de ello me alegro muchísimo, y son muchos los problemas que el Colegio ha resuelto con la intervención de estas personas, algunas de ellas legendarias por su cercanía, apoyo, generosidad afectiva que han mostrado en su trato con el resto de los integrantes de la escuela. Es posible que sean muchos los que han pasado cumpliendo esos roles pero al final no todos han trascendido en el tiempo.
Publio Melo Lagos, Figura mítica, legendaria, el auxiliar de todos los tiempos, fue parte de los periplos que en su largo peregrinar desde el local de la Ex Escuela 50 hasta el último recinto que lo cobijó en Caupolicán 398 de Lota Bajo, acompañó a esa tribu de soñadores que siempre quisieron construir un colegio de excelencia, el mejor de la provincia, la región y el país. Para él no había tiempo, cansancio, desidia. Era todo empuje, tenía la camiseta de su colegio clavada en el alma, muchos podrán tener una visión algo diferente, pero lo conocí de cerca, me confidenciaba sus frustraciones, sus proyectos, sus sueños, ilusiones, tormentos y pasiones. Pasó mucha etapas de su vida dentro de las paredes del colegio. Cada martillazo era la válvula de escape por los anhelos incumplidos. Sufría y penaba por las aflicciones de los alumnos, conocía muchas historias, era leal con los estudiantes, era un facilitador de sus tareas, era cómplice de las travesuras juveniles. Conocía a la mayoría de los apoderados, conocía a sus familias. Con los alumnos era conciliador, amigo, confidente cuando conversaba con ellos o ellas todos sus mensajes tenían un tinte de lección y si alguien en su momento no lo capto, basta que recuerde palabra por palabra su mensaje y descubrirá que tras el hay profundidad, afecto y comprensión. También pasó momentos duros en lo laboral, en lo familiar, en lo afectivo.
En lo laboral porque sufrió las incomprensiones de sus iguales y de otros estamentos con los que compartía, eran frecuentes las intrigas y envidias por lo que hacía o por lo que no hacía, era sensible a los comentarios, parecía fuerte más no lo era, era frágil como una hoja. En lo familiar porque sufrió la ruptura, la separación, el distanciamiento de sus hijos y la formación de su nuevo hogar. En lo afectivo porque nada de lo que le fue ocurriendo dejó de tener huellas profundas y así fue al final . Trataba de no demostrarlas en apariencias, pero por sus acciones era posible darse cuenta de sus estados de ánimo y hacia el final de sus días era un hombre cansado y esos brazos fuertes, vitales, avasalladores y titánicos ya estaban débiles y su martillo no emitía la música que por muchos años le conocimos. ( En honor a la amistad y al afecto habrá una nota especial para Publio ).
Publio era compañero inseparable con Edmundo Oñate Melita, eran pareja, en el buen sentido de la palabra, tenían caracteres afines, se complementaban. Edmundo, por todos conocido sólo como Melita, era de Coronel, específicamente de Camilo Olavaría en consecuencia viajaba como tantos a su lugar de trabajo. Era una persona diferente, parecía ingenuo o simplón pero era sólo apariencia porque tenía reflexiones profundas que más de una vez me compartió, parecía una persona con poca educación y también era un error, era algo desgarbado en su vestir, despreocupado de los detalles de su trabajo, pero en general casi siempre lo hacia. Muchos lo tildaban de flojo, con pocas ambiciones y el tiempo demostró de manera contundente que esa apreciación era una profunda equivocación. Lo que si podríamos afirmar es que Edmundo era distraído, le prestaba poca importancia a las cosas que sucedían en su entorno, generalmente caminaba absorto en sus pensamientos, saludaba a los alumnos pero en un acto reflejo, si uno le preguntaba si había visto a alguna persona, quedaba pensando y decía que no. Frecuentemente Publio le hacia bromas o le preparaba trampas que terminaban en risa, ellos hacían un sketch en que Edmundo en una parte tenía que decir ¡¡ fuego, fuego !! Y Publio le tiraba un vaso o tiesto con agua y le decía yo soy bombero . Bueno ahí terminaba el chiste, creo que nunca lo entendí, pero cada vez que había que hacer gracia presentaban eso. Todos se reían incluso ellos, creo que Publio se reía de verdad, Edmundo no lo creo............Quizás guardaba la carcajada para el final. Otra vez sucedió un hecho que algunos recordarán como el más relevante en sus años de estudio. Estando en el local las Monjas, lo describo así porque nunca fue del colegio, el Ministerio de Educación sólo lo arrendaba, frente a la cancha del patio principal, se produjo un incendio, salía mucho humo al principio y hubo que evacuar el colegio, había muchos gritos, carreras, chillidos y desmayos, sonaba la sirena, las puertas era estrechas, en algunos sectores había mucha confusión, más de alguien no dejó salir a sus alumnos porque estaban en clases, de pronto comenzaron a salir llamas y alguien o muchos gritaban que llevaran los extintores que estaban como siempre instalados en los pasillos y con poca carga. Entre gritos, órdenes y desordenes subió a buscarlos Melita con Fernando Jaque a toda la velocidad que le daban sus deseos de ayudar, tomaron los extintores del segundo piso, salieron por una de la ventanas hacia el techo de la antigua sala de dactilografía que quedaba entre los dos patios, corrieron presurosos sobre los pizarreños que estóicamente soportaban el peso de estos dos prestos auxiliares de bomberos, pero entre la sala de dactilografía y los baños de alumnos que estaban a continuación había una diferencia de altura como de ochenta centímetros, ambos corriendo con un extintor pegado al pecho se enfrentaron a este obstáculo y dado el apremio, decidieron saltar. Todos los espectadores fueron testigos como desaparecieron al caer sobre los frágiles pizarreños que no soportaron el peso de estos valientes ayudantes que fueron a dar al entretecho de los baños, sin poder cumplir con su objetivo de llegar con los equipos al foco del incendio. Posteriormente llegaron los bomberos y sofocaron las llamas que peligrosamente amenazaban con extenderse al viejo cascarón. Minutos después salieron contundidos y blanco de las nerviosas risas post incendio. La historia se recordó por muchos años.
Todos tenían la tendencia a pensar que Edmundo permanecería en el colegio hasta su jubilación, pero el que parecía menos despierto tenía su cartita bajo la manga y un día sin más ni más renunció, postuló a una pesquera y en dos meses ganaba tres veces lo que ganaban sus compañeros de trabajo que quedaron en el colegio y seis meses después trabajaba como cocinero en un barco pesquero y ganaba cinco veces más que sus antiguos colegas, creo que la moraleja es evidente.
Otro auxiliar era Daniel Retamal, era enteramente lotino, delgado, joven, de gestos ampulosos, histriónico, buen conversador tomaba la escoba y barría como si estuviese bailando tango, el tango porteño con vueltas y recovecos, se peinaba hacia atrás y a la gomina. Siempre decía “ a mi me gusta ser derecho” y movía sus manos simulando el camino a Colcura y era exactamente así. Le gustaba cantar y tocaba la guitarra lo hacia bastante bien y tenia alguna experiencia en grupos musicales. Cuando tomaba, que era con mucha frecuencia se ponía difícil y porfiado, ahí tenía discusiones con todos. Siempre tenía discusiones con Publio sobre la lealtad. Cuando se pagaba, en esa época era los días quince del mes, solía beber y embriagarse gastando cantidades importantes de su menguado sueldo. De pronto nos percatamos que los días de pago Daniel no venía a trabajar, en su reemplazo aparecía su señora cobraba y se iba y después de mucho tiempo descubrimos la verdad, no venía a trabajar porque en la noche anterior, mientras dormía su señora le escondía la prótesis dental........... Dadas sus constantes irregularidades debió renunciar antes que sanciones administrativas lo dejaran afuera con menos honor. Por muchos años cada vez que andaba entre verde y seco pasaba al colegio a cobrar viejos sentimientos que ya nadie recordaba. Su compañero o pareja era Fernando Jaque Fuentes, un viejo de edad indefinida, de manos toscas, callosas y ásperas pero que tenía una habilidad desarrollada en el transcurso de la vida, era componedor, se jactaba de saber todo sobre huesos, era el kinesiólogo del liceo, cobraba poquito y para callado, le verdad es que muchas veces le trajo una notable mejoría a los contusos, además su hijo era un incipiente jugador de fútbol que había empezado en el club de sus amores, el de la lamparita y eso le daba cierto cartel. Lo cierto es que su hijo no sólo jugó por Lota, Cobreloa y otros clubes, si no que fue un integrante destacado de la Selección Nacional lo que fue verdaderamente el sueño cumplido de este humilde hombre de Lota que vivió muchos años de manera precaria muy cerca del mar. Cuando las olas eran muy altas pasaban por debajo de su casa, vivía verdaderamente encima del mar. Respecto a sus labores en el colegio, estas se remitían a la rutina normal, su relación con los alumnos era para contarle viejas historias que en alguna parte del mundo le habían ocurrido. No era muy apegado a la Dirección del Liceo, más bien era distante y en ese plano no se avenía tan bien con Publio que en esa época era todo colegio. Después de jubilar, su hijo le compró un departamento en un céntrico edificio de Lota donde vivió hasta su muerte ocurrida hace un par de años. Por muchos años fueron ellos tres los que mantuvieron el aseo, con dificultades y todo pero lo hicieron.
Años después llegó la Señora Edith Donoso, era una persona educada, de trato afable, muy femenina y sensible, le dio un toque más suave al estamento. En esa época la proporción de damas es muy similar a la actual, por lo tanto se hacia necesario tener una o dos personas que atendieran ese segmento de la población escolar. Pero no todo es color de rosa, la señora Edith era de salud frágil, especialmente su columna.
Es bueno hacer a esta altura ya un comentario sobre el rol del personal de servicios menores. Para muchos es el último estamento dentro del organigrama. Yo personalmente creo que es así, pero sólo para los efectos de administración, porque de acuerdo a la importancia de las tareas resultan ser imprescindible, y lo que más duele, seguramente por la falta de madurez de los jóvenes, es la forma displicente con la que los alumnos y lo que es más feo algunos apoderados, se refieren tanto al trabajo como a la persona del auxiliar. Cuando se les ha tratado de enseñar a los jóvenes hábitos de aseo que frecuentemente no traen de su hogar, manifiestan que para eso están los auxiliares y eso a ellos les duele mucho y cuando ya están maduros para entenderlo las explicaciones ya no valen porque la tristeza y la angustia ya la masticaron. Debe ser por esa razón que personalmente creo que el trabajo que ellos desarrollan es de un profundo contenido humano, afectivo y trascendente y por eso estas historias pretenden reivindicar a aquellos que fueron altamente significativos y que probablemente nadie escribirá por ellos y serán la historia nunca contada de un colegio con prestigio, que ha llenado páginas y páginas de la vida de nuestra querida comuna y de muchos que vivieron en vivo y en directo estas narraciones y que ya son adultos que nos traen hoy a sus hijos para seguir los círculos de la vida o quizás buscando en el pasado esos días felices de su adolescencia inolvidable. Bueno hoy la Señora Edith Donoso está pensionada, vive en Coronel, atiende un pequeño kiosco de diarios, calendarios, etc. y cada vez que nos ve pasar nos ataja y busca capturar algún trozo de historia de esos días que para ella igual que para todos fueron felices.
Compañera y pareja de trabajo de la señora Edith era la señora Gladys Roa, cuando ingreso era muy joven y completaron de esta forma el máximo de personal de servicios menores que había tenido nunca el colegio. Era una persona muy trabajadora y calladita, tenía buen carácter al principio pero poco a poco fue cambiando igual que su salud que se deterioraba a gran velocidad, posiblemente influida por las dificultades de sus hijos que de distinta manera cada uno era afectado por problemas que no eran menores y su compañero que era poco apoyo para la difícil tarea de sacar adelante la familia con poco más que el sueldo mínimo. Creo que enfrentaba una tarea titánica que con el pasar de los años tuvo que pagar la cuenta. Si bien es cierto sus hijos están ya crecidos y algunos de ellos lograron salir delante de buena forma como su hija Julia, ex alumna nuestra, ella esta afectada desde hace dos años del mal de Parkinson que es una larga, costosa e invalidante enfermedad, me crucé con ella hace poco y después de un lago abrazo, hizo algunos recuerdos de su paso por el colegio. Esperamos en Dios que su enfermedad sea llevadera y la trate con la justicia que se merece una persona sencilla, humilde y que con pobreza y todo sostuvo a su familia a costa de quizás su propia vida. Un ejemplo digno de imitar, las pobrezas a veces son externas y las riquezas interiores, exactamente al revés de lo que la mayoría de la gente valora.
Hubo un momento de muchas personas que fueron pasando por los distintos Programas y Proyectos Sociales pero fueron espacios pequeños de tiempo que no revisten relevancia. En la Actualidad pertenecen a la planta de ese personal las siguientes personas: Rosa Hidalgo Gutierrez, Manuel Matamala Arévalo, Roberto Machuca Caro, Marco Garrido( Ex alumno) y Jhonny Bórquez, que por ser tan contemporáneos alguien escribirá la historia de ellos.
En justicia destacaré a Amalia Valencia, quien nos dejó este año después de más de una década junto a nosotros y que a propósito del cambio de colegio, decidió quedarse en la escuela que ocupará el antiguo local de Caupolicán. Hay razones familiares y económicas para tal decisión y sabemos que le ha costado mucho integrarse a su nuevo colegio debido a que el ambiente y el trato le han resultado diferente. Nosotros somos y seguiremos siendo una familia en tanto que los que nos han dejado la valoren así, los que están en la distancia sabrán comparar objetivamente. Amalia llegó como funcionaria de un programa se adaptó a las características del colegio y se sumó a la cruzada de servir, posteriormente pasó a la planta, cumplió roles de liderazgo entre sus pares e integró la directiva del Bienestar de Funcionarios hoy una sólida organización dentro de la Unidad Educativa. Su partida y sus acciones la hacen parte importante de la historia que aún no ha terminado de escribirse...........................


Arnoldo Hidalgo Saldivia
Lota, Agosto 2005